AMOR Y CREACIÓN (I)

AMOR Y CREACIÓN (I)

El amor es una necesidad: ¡No es el origen del amor una correspondencia!
Pero al igual que el origen del amor es unilateral, «se ama», la no correspondencia posterior produce dolor en esa reflexión «posterior» del amar: ¡He aquí el origen del odio!
El amor, pues, es como una «extensión» del yo propio, en forma de «apego». Se tiene apego a algo y por eso se le ama: ¡Se necesita amar! Y es que amar es «vivir verdaderamente», no es vivir con la pasividad que conduce al vacío, puesto que amando se «crece», se siente el significado de la vida… Todo Ser, por consiguiente, necesita amar en principio, y aún más que ser amado… La necesidad de amar es prioritaria a la necesidad de de ser amado… Mas una y otra necesidad están muy cerca, pues hay un continuo «movimiento» de reflexión entre ambas, de forma que la falta de la segunda puede llegar a apagar fácilmente la primera… Pero, repetimos, lo primario es la necesidad de amar, y es tanta esa necesidad que el rechazo producido por el «no ser amado», «trastoca» el «objeto» de aquel amor (no se ve igual que antes), y como consecuencia «apaga» el amor, y ese desaire, la imposibilidad del desarrollo de la complacencia en el amor, es un desengaño tan «vívido» que se transforma en odio.
La vacuna contra tal odio, entonces, es la correspondencia en el amor.
Lo anterior, que podría tacharse de banal, no lo es para el «acto creativo», puesto que toda creación parte de un «acto de amor». El amor es el móvil, por ello se crea… No para que lo creado (los seres) alabe a su creador, sino que es una «inmanencia» del creador, una necesidad interna, de expansión del ser interno hacia afuera en forma de amor. Ahora bien, posteriormente, en la observación de la obra creada (reflexión), son otros los sentimientos.
Si el amor nace como una fuerza de adentro hacia afuera, no se ve que sea lo más original «el objeto» del amor, es más, no existiría tal objeto de ese amor si dicho objeto no fuera algo interior al Ser, es decir, una «expansión» del sí mismo hacia el exterior del Ser… Con ello, sí aparecen los objetos, primariamente «equivalentes» al «objeto interno» por puro narcisismo, pero, posteriormente, y de inmediato como objetos independientes que por tal «empiezan a desviarse de esa primera impronta». Y ya transformados en «objetos» (externos al Ser) de ese amor, sólo pueden seguir sustentándose como tales por «correspondencia». La «transformación propia del objeto» como ente transitorio, requiere que los «inputs» recibidos por el Ser (creador), en las sucesivas retroalimentaciones de la correspondencia, no lleguen a «traspasar los límites» definidos por la propia «relación de ese amor», en cuyo caso se produciría el rechazo propio del odio.

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