MELODÍA EN LAS ESTRELLAS (IV)

LOS «TENTÁCULOS» DE DIOS EN EL ORIGEN (I)

 

«El reciente lucero vespertino,

y el hijo del crepúsculo y del día,

ya en el cielo lucía

circundado de un nimbo diamantino.»

(José María Gabriel y Galán. «La Romería del Amor»)

AVLIS continuó.

«La consciencia es la aplicación de la naturaleza (voluntad) del ser sobre el presente; de ahí nace la acción.

El «yo» como expresión de la voluntad de la naturaleza pertenece al pasado-presente-futuro, por ello si el «yo» vive exclusivamente en el presente se evade de su verdadera naturaleza.

Nuestra voluntad es la acción del «yo» sabiéndose sujeto activo y pasivo de dicha acción.

Si existe sujeto, también una determinada libertad de acción, en un cierto campo sobre el que actúa dicho sujeto.

El sujeto se transforma en «yo» a partir del nivel de complejidad nuestro, pues solo puede hablarse de voluntad verdadera cuando se es consciente del propio «yo».

Sujeto y conciencia no caminan siempre juntos, pues el sujeto puede ser consciente o inconsciente.

El ser inmaterial es «sumidero» de los demás seres inmateriales (no necesariamente de sí mismo).

Existe una ley básica de obtención del máximo de emociones positivas al «sentir» a los demás seres; así se explica la evolución (junto a la decisiva acción del azar).

El conocimiento de «sí mismo» (a través de «lo otro») lleva al ser a convertirse en sunidero de sí mismo, pasando de esta forma a «sentirse» a sí mismo).

Un mismo ser (naturaleza) actúa toda la vida: ser nacido de la variabilidad de la materia. Es decir: ser único, naturaleza única, pero cuerpo múltiple (variable).

La mente sirve para discernir y analizar los problemas, más no decide; quien decide es el «alma» (naturaleza). Ahora bien, el alma «se creó» al decidir.

El «poso» del conocimiento evolutivo «obtiene instintos». El «querer» conocer conduce a Dios.

Se decía que la voluntad domina nuestro cuerpo, pero, más bien, lo que gobiernan nuestras mentes son los pensamientos e ideas. De ahí la importancia del llamado pensamiento positivo.

El consciente (asimilable a libertad) es capaz de construir modelos o ideas de acuerdo con unos «planes» de la naturaleza («improntas divinas»), «planes» que son en número infinitos pero preestablecidos.

El inconsciente (asimilable a naturaleza) es capaz de percibir impresiones, sentimientos o sensibilidades de acuerdo con su «complejidad». Esta evolución por la complejidad permite al final alcanzar un modelo que se reencuentra consigo mismo, el «en sí» que en cierto modo es el inconsciente. Entonces, el inconsciente -sensación-sentimiento- es «percibido» por la parte consciente. Es la autoconstrucción «reflexiva» que nos permite ser como somos.»

(De la obra del autor «Melodía en las estrellas». Copyright 2003)

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