Vigencia de la fe

El inmenso espacio

 

¿Ciencia o fe?… No es esa la cuestión…

Aunque extrañe, para mí la fe está tan vigente como siempre lo fue… ¿Y cuales son mis razones?… La razón principal es su «necesidad», el mismo motivo que la alentó a lo largo de los tiempos…

Y digo «necesidad» porque el hombre actual está más «desnortado» que nunca. La pérdida de valores es una de las causas; la angustia que presenta innumerables formas y raíces, otra…

Es cierto que la ciencia ha avanzado mucho en relación a tiempos pretéritos… Y la técnica, como aplicación práctica de la anterior no tiene parangón… Pero como se dijo, la resolución de un problema acarrea otros nuevos, en una carrera que se antoja sin fin, ilimitada…

Mas donde mejor se ve la necesidad de la fe, es en el «discernimiento» del futuro, es decir, el tratar de soslayar las incógnitas que siempre nos presenta el futuro; los fallos en las previsiones componen toda una historia de desaciertos de lo más llamativa. Muchas películas se han articulado sobre previsiones futuras bastante erradas, por ejemplo, el propio argumento principal de «2001, una odisea del espacio», o la evolución de la sociedad con caracteres tan pesimistas, presentada en una fecha tan temprana como en la obra «1984», y son muchas más.

Y  que es un campo bien regado  por los dineros del marketing de las grandes compañías: «El futuro sigue siendo muy imprevisible», y aunque algunas de tales previsiones sí son acertadas, otras imprevistas anulan cualquier ventaja competitiva…

E igual que en la técnica, los avatares históricos son de lo más imprevisibles, lo que sigue dando quebraderos de cabeza a los geopolíticos…

Ahora bien, es en el terreno de la relaciones sociales (políticas, religiosas, ideológicas, etcétera) donde, personalmente para cada individuo, se origina la mayor angustia: las vicisitudes son imprevisibles (yo diría, gracias a Dios) y nos afectan de forma contundente… ¡Y no hay ciencia, ni «previsión» que valga!… ¡El hombre se sigue sintiendo bastante desamparado!… Igual que ha ocurrido desde siempre, aún cuando en algunas partes del mundo, con carácter general, la ciencia- técnica ha cubierto las necesidades más básicas, en todo lo demás, el futuro es una incógnita, y esa incógnita es motivo de preocupación y angustia, sin ir más lejos, en los grandes temas como en la posibilidad de una hecatombe nuclear, un cataclismo climático, o una destrucción provocada por un asteroide…

Hace falta, pues, mitigar de alguna forma esa angustia; nuestra salud psíquica lo precisa… por eso el sentimiento religioso sigue vigente, y con él, aún cuando muy matizada por los tiempos, la fe es igualmente necesaria…

Ahora bien, aquí debo hacer una salvedad… No debe ser la fe un contrapoder de la ciencia, representar una oposición nada fructífera a la misma, pues la desnaturalizaría, convirtiéndose así en su propio enemigo…

La fe no puede ser lo dogmática y religiosa que era antaño; la fe debe adquirir un tinte nuevo de «renovación»… El dogma está fuera de lugar, pues pasaría a constituir un puro sectarismo, si no político, sí religioso… Fe y ciencia deben ir en paralelo… ¡La fe debe adoptar la forma de una metafísica de lo que está más allá de la propia ciencia! ¡Las incógnitas del futuro deben ser cubiertas por una fe en el destino del hombre, y de su entorno natural y cósmico que le rodea! ¡Despejemos ese futuro de nubarrones, con la positiva fe en pos de la luz!

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